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Juan Luis Ibarra (I): «Una interpretación jurídica curiosa dice que las personas migrantes sin techo no son personas en situación de exclusión, sino en riesgo de exclusión»

“El proyecto migratorio de estos jóvenes es relativamente sencillo y se repite. Lo que les ha movido no es el hambre.  Dejaron su país porque no veían perspectiva de futuro profesional…”

“…son muy supervivientes y eso también es una enseñanza de vida, la resiliencia, tienen una capacidad de aguante impresionante, siempre que se vea alguna esperanza de futuro”.

«El típico secretario municipal formalista te dice para justificar el retraso que no cuadra la situación de exclusión con una gente que va regularmente a estudiar castellano por las mañanas y a hacer cursos de Lanbide por las tardes”.

«En Bilbao, Getxo y Barakaldo se ven desbordados porque se concentra en ellos lo que debiera repartirse entre 252 municipios».

Que los ayuntamientos sean sujetos del cambio por sí solos va a ser difícil. Lo determinante sería que el Parlamento Vasco lo convirtiera en una decisión legal, en un deber legal (Ley Vasca del Derecho a la Acogida).  

Juan Luis Ibarra no ha formado nunca parte de mi entorno, pero sí de muchas personas de mi entorno. A la curiosidad que me despertaba su figura como magistrado de prestigio, que llegó a ser elegido Presidente de Tribunal de Justicia del País Vasco, —como docente y sindicalista siempre recordaré la sentencia sobre el complemento de destino del profesorado de la escuela pública—, ahora se ha añadido la simpatía despertada por su aparición en los medios de comunicación y en charlas vinculado al candente tema de la migración. Así que busqué la intermediación de una persona cercana para los dos para promover el contacto que desembocaría en esta entrevista. Y la experiencia no me ha defraudado en absoluto. Su disponiblidad, cercanía y la claridad expositiva, que se refleja en esta entrevista, me han ratificado en la imagen que tenía de él sin conocerle. Juan Luis está vinculado a la respuesta ciudadana que a través de asociaciones como Pertsonalde y San Nikolas Zabalik se está dando a la problemática de los jóvenes migrantes en el municipio de Getxo. Presento el resultado de esta entrevista en dos partes. En esta pimera parte, Juan Luis nos habla de su experiencia personal y su visión jurídica de la inmigración. La segunda parte, que verá la luz la semana próxima, estará más centrada en la inmigración y las instituciones vascas.

Primera parte: lo vivencial y lo jurídico

Para la ciudadanía vasca has sido una referencia durante muchos como magistrado. Te hemos conocido por tus actuaciones jurídicas, tus pronunciamientos públicos, tus charlas, siempre desde esa perspectiva.  Ahora te vemos en los medios de comunicación vinculado al tema de la inmigración. ¿Cómo se ha producido ese giro al que supongo que la jubilación habrá ayudado?

Pues sinceramente hay un punto de casualidad. A mí me gusta mucho pasear. Entonces, un día paseando me encontré con el que entonces era presidente de esta asociación (Pertsonalde). Me dijo a ver qué estaba haciendo. Tenía una perspectiva de hacer algo en una iniciativa jurídica, que no acababa de salir. Así que le dije: “yo en este momento paseo, leo novela y me ocupo del nieto. No te podría decir que no a nada que fuera interesante». Entonces me contó lo que estaban haciendo y le contesté: “con mucho gusto iré por allí”. Empecé a venir 2 días a la semana y muy pronto Asier, el gerente, me dijo que querían abrir una línea de mentoría y, después de asistir a la presentación del programa, me asignaron la mentoría de un chico marroquí. Se trata de realizar un acompañamiento, que está controlado técnicamente, es decir, hay un control técnico de los avances o retrocesos.

Asistí a la charla que diste en el centro cívico de Barreinkua, en Bilbao. Tu enfoque, lógicamente, fue jurídico, aunque algo ya mostraste lo que había supuesto personalmente para ti tu trato con inmigrantes. Ahondando en esta segunda dimensión vivencial, ¿qué ha supuesto para ti esta relación a través de la mentoría y de las tardes que pasas en Pertsonalde con los que ya son conocidos como “los chicos del bosque” en Gexto?

A principio me dije: “yo de derecho de extranjería algo he sabido y seguro que algún papel puedo hacer” y, efectivamente, en ese momento se había puesto en funcionamiento una oficina de acogida aquí en Romo, lo llevaba entonces una abogada de reciente colegiación profesional y entonces me dijeron “pues igual puedes colaborar con esta persona”.  Y, efectivamente, estuve haciendo recursos de alzada y esas cosas. Pero esta chica, lógicamente, ya fue cogiendo experiencia en derecho de extranjería y ya no necesitaba ayuda. Y mientras tanto, estaba allí con los chavales y ello me hizo descubrir un mundo que para mí era completamente desconocido: por una parte, el de unas personas que sí les gusta relacionarse con las personas del país y comentar las cosas del entorno que no les resulta fácil de entender, como que por su aspecto físico generen miedo. Ellos sí perciben lo que llamaríamos xenofobia.

No conozco tantos episodios de racismo, alguno sí, pero es bastante común el que se encuentren con actitudes xenófobas de recelo y hablando con ellos te das cuenta de que su proyecto migratorio en realidad es relativamente sencillo y se repite. Lo que les ha movido no es el hambre.  Dejaron su país porque no veían perspectiva de futuro profesional para ellos y de mejora económica para sus familias. Ellos piensan mucho en sus familias, tienen unas relaciones familiares muy potentes. Les entiendes muy bien cuando ves cuál es su proyecto migratorio que es formarse, encontrar un trabajo, poder ayudar a su familia y, en su caso, poder tener su propia familia y también poder traer a sus padres. Ese esquema se repite. Entonces vas de ahí a la realidad y les preguntas “y, tú, dónde estás viviendo” y te dicen que en Fadura, o sea, en el bosque. Y te interesas más y entonces preguntas y “¿cómo es eso de vivir en el bosque?” y la verdad es que entonces se te cae el alma a los pies. Y sigue la conversación “y cuando llueve, cuándo hace frío, ¿qué haces”?” ”Pues, aguantar… “Y ¿cuánto tiempo llevas así?” “¡Un año…!” ¡Qué dureza! 

Te das cuenta de que eso sí repercute en su estado de ánimo, aunque lleguen a resolver el problema de la comida, que al principio no lo tienen resuelto hasta que no consiguen que el Ayuntamiento les haga un empadronamiento social, es decir, vinculado a la dirección postal de una oficina municipal. Mentalmente, eso a mí me impresiona mucho porque cuando llega el invierno, de pronto estás oyendo llover en la cama y dices “estos pobres chavales aparte de que se están pelando de frío, seguro que están pasando una humedad de mucho cuidado”.  La verdad es que son muy supervivientes y eso también es una enseñanza de vida, la resiliencia, tienen una capacidad de aguante impresionante, siempre que se vea alguna esperanza de futuro. Enseguida te dicen, porque, además, seguro que se lo han repetido mil veces, “no, ya sabemos que hay que tener paciencia”.  Para mí el dato clave de la experiencia es cuando te despiertas a la noche y vas al cuarto de baño y está lloviendo y te acuerdas de estos chavales. Entonces empiezas a pensar: “¿qué carajo estamos haciendo?”

En la charla de Barreinkua que he citado antes, hiciste una exposición de panorámica legislativa sobre el reconocimiento institucional de la inmigración empezando por Europa y aterrizando en el País Vasco. Me quedé admirado por el volumen de declaraciones, planes, legislación, etc. que se ha desarrollado. Pero me quedó la sensación de que faltan concreciones. Por ejemplo, ¿el “Modelo Vasco de Acogida” sigue en obras? ¿Se limita a un conjunto de iniciativas, algunas interesantes, pero vistas más como parches que como un plan integral? ¿Cuál es tu precepción?

Mi percepción es que los sucesivos gobiernos han tenido muy claro en sus programas de gobierno el compromiso con la efectividad de un derecho vasco de acogida. Y el diseño del derecho vasco de acogida sobre el papel es un diseño que sigue el esquema del Parlamento Europeo, es decir, lo primero es asistir cuando llegas, lo que tendría que plasmarse en unos servicios sociales de acogida. Pero superado el primer paso del empadronamiento, que da acceso a los servicios médicos, a Lanbide y que permite empezar con los cursos de formación, etcétera, entonces hay que abrir un trayecto que termine en la inclusión y en el empleo. Ese camino está trazado. Pero si pasas del papel de los programas a la realidad de cada día ves que se produce un fallo clamoroso en la articulación entre la perspectiva de las prestaciones de asistencia social y los objetivos de la acogida de extranjeros para alcanzar su inclusión social y laboral. Curiosamente no se ha producido el empalme suficiente entre los servicios sociales y la acogida para la inclusión y el empleo, porque el primer empalme que falla es que en la Ley de Servicios Sociales (2008) y en el Decreto sobre la cartera de prestaciones y servicios (2015) no aparece la figura del inmigrante, del joven inmigrante sin techo.

Entonces, ¿no es suficiente con la Ley de Servicios Sociales de 2008 o el Decreto sobre la cartera de prestaciones y servicios de 2015? Tanto en prensa como en la charla has echado en falta una Ley Vasca del Derecho a la Acogida. ¿Por qué?

En el 2015 la realidad de la inmigración joven no existía en los términos que hoy existe. Ese decreto está pensando en las personas en exclusión y mediante una interpretación jurídica curiosa se dice que las personas migrantes sin techo no son personas en situación de exclusión, sino en riesgo de exclusión y como tales no está previsto para ellos la dotación de albergues de primera acogida. Por eso digo que es en ese momento en el que falla esa conexión porque, si no tienes una primera acogida, vamos a tener a los emigrantes que llegan un mínimo de 3 meses sin empadronarse y puede llegar hasta 6 meses. El típico secretario municipal formalista te dice para justificar el retraso que no cuadra la situación de exclusión con una gente que va regularmente a estudiar castellano por las mañanas y a hacer cursos de Lanbide por las tardes.

Tú ves ahí un vacío legal. ¿Crees posible la Ley Vasca del Derecho a la Acogida en la legislatura actual? ¿En qué punto nos encontramos? ¿Ves un liderazgo político por algún lado? ¿Quizá haya que abrirse a un liderazgo ciudadano por medio de una ILP?

Toda la base de la Administración de cara a abordar el problema de los jóvenes migrantes está sustentada sobre los ayuntamientos que, a su vez, en una importante medida, tienen una concepción de la autonomía local muy reactiva respecto de directrices impuestas por parte de la Administración de la Comunidad Autónoma. Hay una bandera de la autonomía local confundida. No se quiere imponer a los ayuntamientos nada que las corporaciones no deseen. El derecho de acogida se convierte en algo facultativo y, por lo tanto, la solidaridad dependerá de la voluntad política, que está adormecida. Es verdad que no partimos de cero: hay ayuntamientos que sí son sensibles. La gran baza en este momento para que pudiera ser realidad una Ley Vasca del Derecho de Acogida es Eudel, que en el 2024 se ha pronunciado sobre la situación y ha dado la voz de alarma porque se está produciendo un fenómeno de concentración de estos jóvenes migrantes en municipios de más de 50.000 habitantes. En concreto en Bizkaia en Bilbao, Getxo y Barakaldo y eso tiene también su parte negativa porque, si bien determina que haya una inversión importante, estos municipios se ven desbordados porque se concentra en ellos lo que debiera repartirse entre 252 municipios. Respecto a la posibilidad de una ILP, es un tema que se ha hablado en Pertsonalde y todos los escenarios están abiertos.

Quizá sea fruto de esa saturación de algunos municipios, pero hace diez días hice la prueba de pedir una cita por Internet en el SMUS de Bilbao y la primera fecha que me salía era el 22 de julio. ¿Cómo puede exigirse una “ciudadanía residencial” con esta falta de recursos o de voluntad política? ¿En qué medida todas las declaraciones institucionales desde Lisboa, pasando por Gotemburgo hasta el Pacto Social Vasco por la Inmigración son “papel mojado”?

Exacto. El primer problema es un mejor enganche con los servicios sociales de tal manera que la primera acogida tenga una respuesta en la que sea perfectamente viable que nadie que desee residir en un municipio en el País Vasco duerma en la calle. Eso es perfectamente viable. El compromiso del Parlamento Europeo es que ese primer impacto tendría que estar resuelto para el 2030. Por el camino que vamos no va a estar resuelto para el 2030, mientras no cambie el decreto de la cartera de servicios y prestaciones.  Los albergues necesarios para ello no van a estar disponibles porque están diseñados para personas en exclusión y no para personas en riesgo de exclusión. La voluntad política hace que algunas cosas estén cambiando y hay mancomunidades de municipios que van abordando ese tema y EUDEL ha sacado una reflexión bastante inequívoca en cuanto a que todos los ayuntamientos deberían tener un servicio de acogida.  Pero de aquí al 2030 no se va a cumplir. Debería darse un cambio importante. No es un problema presupuestario porque estamos hablando de entre 800 y 1000 personas en Bizkaia. El mayor problema es cómo dar continuidad a través de un camino de inclusión que tiene que estar basado primero en el conocimiento del idioma y luego en la formación y luego en la formación para el empleo. Que los ayuntamientos sean sujetos de ese cambio por sí solos va a ser difícil. Lo determinante sería que el Parlamento Vasco lo convirtiera en una decisión legal, en un deber legal.

Respuesta

  1. […] Aquí llega la segunda parte de las conversaciones tenidas con Juan Luis Ibarra. Esta se centra más en la respuesta de las instituciones vascas ante la inmigración. La primera parte titulada «Lo vivencial y lo jurídico» en relación con la inmigración la puedes leer aquí. […]

Replica a Juan Luis Ibarra (II): «El nudo gordiano está en la educación, que arroja resultados preocupantes de inclusión» – NOLAKOAK GAREN! Cancelar la respuesta